El Ateismo ataca al Cristianismo con una denuncia contra la Iglesia Católica la cual sostiene una impostura construida con falsos documentos, como la Biblia y los Evangelios, e impuesta con la violencia de la Inquisición y falsos como el exorcismo, el satanismo y otras supersticiones.

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Apocalipsis

¿Por quién y desde cuando está escrito el Apocalipsis? ¿Qué expresa el Apocalipsis?

Según la Iglesia, el Apocalipsis del griego “Revelación”, fue escrito por el discípulo Juan, el mismo autor del IV evangelio, en los años 94- 95 en la isla de Patmos (Grecia) durante las persecuciones contra los cristianos llevadas a cabo por el emperador Domiciano. Este expresa, a través de una revelación hecha por un ángel a Juan, la esperanza de la victoria final de Cristo sobre las potencias del mal.

Dejando cada comentario sobre el significado arbitrario y faccioso que la Iglesia atribuye a este libro, que no nuestra intención de entrar en cuestiones fideisticas, pasamos al examen de este libro considerando exclusivamente aquellos presupuestos que pueden ser tratados en un proceso laico, tales como los históricos y las argumentaciones dependientes exclusivamente de la razón.

El libro del Apocalipsis, constituido de 22 capítulos, se divide en dos partes, una central de 18 capítulos en los cuales se cuenta la “revelación” del ángel a Juan de Patmos, de la cual la obra toma el nombre, y la otra representada de los tres primeros y del último en el cual Cristo se dirige personalmente al discípulo para pedirle que escriba cartas a las siete Iglesias de Grecia: la Iglesia de Éfeso, de Esmirna, de Pérgamo, de Tiatira, de Filadelfia, de Sardi y de Laodicea.

Si todos los historiadores están de acuerdo en que la parte del Apocalipsis compuesta de los tres capítulos no pudo ser hecha antes del 95 porque sólo en esa fecha existían las dichas Iglesias, igualmente reniegan que el resto fuese escrito en esa fecha.

Los 18 capítulos que constituyen el verdadero y propio Apocalipsis, no fueron escritos en Patmos, sino en Jerusalén, entre junio del 68 y enero del 69, como ha sido irrefutablemente demostrado por Engels.

Pero, antes de leer el pasaje del Apocalipsis del cual Engels ha obtenido una conclusión tan exacta, conviene hacer un resumen de los hechos a los que se refiere.

El ejército revolucionario eseno- celota, guiado por Méname, hijo de Judas el Galileo, promotor de la Guerra del Censo (6- 7 d. C), declara la guerra a los romanos en el 66 (Guerra Judaica).

El ejército de Méname es organizado y potente y la guerra, en un sucederse de alternos acontecimientos, favorables en ocasiones a los romanos, en ocasiones a los revolucionarios, llega el año 68 en el que Nerón muere suicidándose. La muerte de Nerón provoca tales desordenes que Roma se ve sumida en un estado de auténtica anarquía política social. El primer afectado por esta situación caótica es el ejército que, sin dirección ni asistencia, se retira a Siria dejando Palestina a los judíos que ahora ya seguros de haber legado a la victoria final contra Roma, la Babilonia de la corrupción, aclaman a Méname rey de Jerusalén.

A Nerón lo sucede Galba, pero su reinado, incierto y de una duración de tan solo 6 meses, comprendidos entre junio del 68 y enero del 69, no sólo no ayuda a evitar la disgregación en la que se encontraban las instituciones del Estado, sino que la empeora al extenderse un rumor según el cual era cierto que Nerón no había muerto y que estaba preparando un ejército para reconquistar el trono. Rumor que encontró, en efecto, justificación en un personaje auténtico que declarándose Nerón, combatió contra Roma pero fue derrotado.

Hecho este resumen de los hechos acaecidos a la muerte de Nerón, leemos ahora el pasaje del Apocalipsis del cual Engels extrajo la fecha exacta en la cual éste fue escrito:

“El ángel me transportó en espíritu en el desierto (es el autor que habla en la plenitud de su visión). Allí vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata, cubierta de nombres blasfemos, con siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba cubierta de púrpura y de escarlata, adornada con oro y piedras preciosas y perlas, tenía en la mano una copa de oro, llena de los abominables y de las inmundicias de su prostitución (si se refiriese a nuestra época no se podría pensar más que al Vaticano). Sobre la frente había escrito un nombre misterioso: <<Babilonia la grande, la madre de las prostitutas de los abominables de la tierra>>. Al verla fui presa de un gran estupor. Pero el ángel me dijo: ¿por qué te maravillas? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, con siete cabezas y diez cuernos. La bestia que has visto, pero que no existe (afirmación dada por la certeza de su derrota) subirá desde el abismo pero para ir a la perdición. Y los habitantes de la tierra, se sorprenderán al ver a la bestia que no era y no es más, reaparecer. Las siete cabezas son los siete cuellos sobe los cuales está sentada la mujer y son también los siete reyes de Roma. Los cinco primeros han caído (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón), queda todavía uno con vida (el actual Galba), el otro todavía no ha llegado, y cuando haya llegado, se quedará poco.

Cuando la bestia que era y no es más (continúa explicando el ángel), el rey que deberá venir aunque figura como octavo se queda de todas formas el séptimo , pero va a la perdición. (Ap. 17).

¿Por qué el sucesor de Galba podría aparecer el octavo si en realidad era el séptimo? Por que, siendo ya considerado entre los cinco primeros, una vez que retomase el poder no sería más que una repetición de sí mismo, esto es un redoblamiento.

Que Nerón, a través de aquel rumor que lo daba todavía por vivo, sea el sucesor de Galba nos lo confirma el mismo autor del Apocalipsis, en cuanto se refiere a su tentativo de suicidio, así escribe:

<< Una de las siete cabezas pareció herida de muerte, pero su herida mortal fue curada. >> (Ap. 13-3) y así lo confirma declarando que el número de la bestia es 666: << Aquí está la sabiduría. Quien tiene inteligencia calcula el número de la bestia: que representa un nombre de hombre. Y tal cifra es seiscientos sesenta y seis >> (Ap. 13- 18).

La interpretación de este número, obtenida por Ferdinand Bernari, profesor berlinés cuyas lecciones fueron seguidas por Engels, corresponde, según la simbología numérica hebrea, exactamente a “Nerón Emperador” y aplicado a las letras griegas con las cuales había sido escrito el Apocalipsis.

El cálculo llevado a cabo por Ferdinand Bernari, se ve confirmado en el mismo S. Ireneo, Padre de la Iglesia, que en el libro “Contra las Herejías” indica a Nerón con el número 616.

¿Por qué esta diferencia? Por el simple hecho que Ireneo, usando siempre la simbología hebrea, hizo el cálculo sobre el sobre el texto escrito en latín, donde el nombre de Nerón en griego se convertía en Nero. Eliminando la letra N, que corresponde a 50, la cuenta que se obtiene es: 666 – 50= 616.

Así que, volviendo a la fecha exacta del Apocalipsis, podemos afirmar que fue escrita entre Nerón, quinto emperador considerado caído, y el séptimo que habría sido el mismo Nerón redivivo, esto es bajo Galba “todavía vivo”. (Si no me he hecho entender con palabras, ¡sólo me queda haceros un dibujo!).

Una última prueba de la certeza de la victoria contra los romanos que levó a los revolucionarios a escribir el Apocalipsis en el 68, nos llega del discurso que Eleazar hizo a los habitantes de Massada en el 74.

La Iglesia para justificar la fecha de 95, recurriendo una vez más a esos vuelos pindáricos que son la base de sus embrollos, así comenta el pasaje superior del cual Engels extraía la fecha exacta: << Los siete reyes son los imperios de Augusto, Tiberio, Calígula, Nerón y Domiciano, que existía todavía en tiempos de Juan. El poco tempo es el período de la persecución. El séptimo imperio es el dominio hostil al reino de Dios, identificado con la fiera >>. (Nota en la Pág. 7 del Ap. Ed. C. E. I.).

Prácticamente, además e hacer un discurso sin pies ni cabeza, carente por tanto de lógica alguna, ignora a Galba, el emperador reinante, y sus sucesores Vespasiano y Tito, haciendo un vuelo de la cabeza de la bestia número 6, de 25 años, para colocarla sobre la espalda de Domiciano, emperador del 81 al 96. Y por si no bastase, haciendo pasar la séptima cabeza por la fiera entera, amputando a la misma fiera una cabeza alterndo todo el significado del Apocalipsis.

¿Por qué la Iglesia insiste en atribuir al Apocalipsis la fecha del 95? La respuesta es simple: si reconociese que fue escrita en el 68, toda la parte que se refiere a Jesús, esto es los cuatro capítulos añadidos en el 95, resultarían demasiado evidentemente una falsedad por el anacronismo que resultaría entre esta fecha y las referencias expresadas en el “Saludo a las siete Iglesias”, como lo que se refiere a los Nicolaidas, que todavía no existían en el 68. Por lo tanto, no pudiendo retrotraer al 68 los cuatro capítulos escritos en el 95, han transferido todo el Apocalipsis al 95. Pero, en el fondo, ¿qué habría cambiado en lo que se refiere a la existencia histórica de Jesucristo aunque el Apocalipsis hubiese sido escrito todo en el 95, desde el momento en que el mismo excluye, de la forma más categórica, cualquier referencia a su vida terrestre?

El Apocalipsis es un verdadero tratado anticristiano que bastaría por sí solo para confirmar la indiscutible no existencia histórica de Jesucristo.

El Apocalipsis, lejos de haber sido escrito por una sola persona, es un libro eseno- celota, una recolección de pasajes bíblicos de inspiración apocalíptica sacados en gran parte del Antiguo Testamento, como aquellos que tienen que ver con el “Juicio Universal” y “La visita del Señor” de Isaías (Is. 24 y 27), “La destrucción de los enemigos” y la “Batalla final entre Jerusalén y las naciones” de Zacarías (Zc. 9 y 14), y en parte de textos de otras religiones, como la lucha entre los ángeles del bien y del mal y el parto de la Virgen en el desierto (Ap. 12) de origen Avéstica y toda la simbología astrológica en la que se basan los mensajes extraídos en la “Revelación”.

<< El Apocalipsis no es la expresión de un solo libro, sino de diversos, de muchos. Sin embargo, no la unión de varios fragmentos, como por adición de diferentes libros, como Enoc, sino más bien de un libro solo formado por diversas estratificaciones, como aquellas de varias culturas cuando se excava el fondo de una antigua ciudad. Después de una primera reelaboración por parte de un escritor judío del Apocalipsis, y después de otras añadiduras, tuvo su versión definitiva de la mano de Juan, el judío cristiano, y después de estos períodos históricos, fue todavía retocado y corregido, con añadiduras y cancelaciones, por parte de editores cristianos que querían que fuese una obra cristiana.

Nos quedamos perplejos, ya que si Juan terminó su Apocalipsis en el 96 d.C., es verdaderamente extraño que no supiese nada de la leyenda de Jesús, que no hubiese asimilado nada del espíritu de los evangelios, todos hechos precedentes a su texto. Extraña figura, este Juan de Patmos, quienquiera que fuese >>. (D. H Lawrens– Apocalipsis- Tasc. Newton, Pág. 38).

<< El Apocalipsis es una obra de guerra, un ardiente reclamo de los judíos contra el detestado invasor romano. El descendimiento del Mesías, anunciado próximo, no tiene nada que ver con una pasión ya vivida: lejos de morir en la cruz, el Salvador vencedor es visto como un exterminador de enemigos antes de que pueda sentar su reino terrestre de miles de años. Se busca hoy de hacernos admitir que las imágenes son simbólicas, pero la destrucción de Roma, recordando aquella de Babilonia, es anunciada como real. Después de la descripción de la Gran Masacre, la obra, terminando con la promesa que hace el Salvador de venir pronto, excluye de la manera más categórica que Cristo ya haya venido. Todo el Apocalipsis ignora el Cristianismo; el cordero no es condenado a muerte bajo Pilatos pero es inmolado “desde la creación del mundo” (XIII- 8) según un rito de valor permanente y n por un hecho histórico. Estamos en la mitad del siglo segundo y Cristo, lejos de cualquier referencia histórica, es sostenido en el Apocalipsis como en los Hechos de los Apóstoles, exclusivamente por visiones >>. (Guy Fau. Ob. Cit. Pág. 60).

El silencio del Apocalipsis sobre cualquier referencia histórica de la vida de Jesús, la ignorancia más absoluta por parte del autor de Pilatos, Caifás, los milagros y los terremotos que sacudieron la tierra a su muerte, son la demostración más clara de que todo aquello que ha sido dicho sobre él no es más que una fábula, además mal contada.

¿Por quién y desde cuando está escrito el Apocalipsis? la Iglesia responde que fue escrito por el Juan, el discípulo de Jesús, autor del IV evangelio, en los años 94- 95 mientras estaba en el exilio en la isla de Patmos durante las persecuciones de Domiciano.

¿A qué se refiere el Apocalipsis? El Apocalipsis es un libro dividido en 22 capítulos divididos en dos partes: o siempre estando con la Iglesia, en ella viene referido en forma profética, a través de una revelación tenida por Juan, la victoria de Cristo sobre las potencias del mal.

Si someto de imprevisto a examen el Apocalipsis sin esperar al capítulo reservado a los Textos Sagrados, es porque, habiendo sido escrito en el primer siglo podemos comprender a través de él la verdadera situación mesiánica de este período.

Antes de pasar al examen histórico de este texto, puesto entre los canónicos, decimos rápidamente que su presentación hecha como está por la Iglesia, esto es basada en una revelación , no puede ser tomada en consideración por un tribunal que debe juzgar según pruebas concretas y no sobre afirmaciones imaginarias y cuanto menos abstractas sostenidas exclusivamente por la fe.

El Apocalipsis, como dice el nombre griego significa “revelación”, no es más que la trascripción bajo una forma profética de lo que un ángel le dice al autor en un sueño.

¿Quién ha escrito el Apocalipsis? ¿Cuándo ha sido escrito y donde? La Iglesia responde que Juan, apóstol de Jesús autor del IV evangelio, en los años 94 y 95 mientras se encontraba exiliado en la isla de Patmos (Grecia).

<< Yo, Juan de Patmos, vuestro hermano y vuestro compañero en la desgracia, me encontraba en la isla de Patmos… Raptado en éxtasis, oí detrás de mí una voz potente, como una trompa, que decía: aquello que ves, escríbelo en un libro…>> y todavía: <<Después de aquello tuve una visión: una puerta se abría en el cielo. La voz que había oído hablarme antes como una trompa decía: sube aquí arriba, te muestro cosas que deben acaecer dentro de poco…>> (La primera visión es la introducción a los capítulos añadidos en el 95, la segunda es la introducción al Apocalipsis del 68).

Pero, ¿es esta la verdad? Ciertamente no, y no según un análisis histórico pero también según uno religioso.

Análisis Religioso : Si hubiese sido verdaderamente dictado por Dios a través de la intervención de un ángel, en el momento en que ninguna de las profecías expresadas se han verificado, dos son las opciones: o el autor, esto es Juan el evangelista se ha inventado la trola del sueño o bien Dios no se encuentra en grado de prever el futuro.

Análisis Histórico : El Apocalipsis, lejos de haber sido escrito por una sola persona, es en realidad una recolección de pasajes bíblicos de inspiración apocalíptica ya precedentemente expresados en el Antiguo Testamento de profetas como Isaías (24- Juicio y devastación; 27- La visita el Señor), Zacarías (9- Destrucción de los enemigos – 14- Batalla final entre Jerusalén y las naciones) y de otras influencias paganas como la batalla entre los ángeles del bien y del mal y las referencias a los signos astrológicos tomados de la mitología mitraica e hinduista (Ver la Virgen que da a luz en el desierto – Ap. 12 –La mujer y el dragón). Referencia al pasaje de Josif es aquel de Lawrens).

El Apocalipsis fue escrito en Jerusalén durante la guerra del 66- 70 y exactamente entre el junio del año 68 y el enero del 69 como ha sido irrefutablemente demostrado por Engels.

Pero, antes de leer el pasaje del Apocalipsis del cual Engels ha obtenido una conclusión tan exacta, conviene hacer un resumen de los hechos a los que el libro se refiere.

El ejército revolucionario eseno- celota, guiado por Menahem, hijo de Judas el Galileo, promotor de la Guerra del Censo (6- 7 d. C.), declara la guerra a los romanos en el 66 (Guerra Judaica).

La guerra, en un sucederse de alternos acontecimientos, favorables en ocasiones a los romanos, en ocasiones a los revolucionarios, llega el año 68 en el que Nerón muere. La muerte de Nerón provoca tales desordenes que Roma se ve sumida en un estado de auténtica anarquía política social. El primer afectado por esta situación caótica es el ejército que, sin dirección ni asistencia, se retira a Siria dejando Palestina a los judíos que ahora ya seguros de haber llegado a la victoria final contra los enemigos de Dios representados en aquella época por Roma, la Babilonia de la corrupción, aclaman a Menahem rey de Jerusalén.

A Nerón lo sucede Galba, pero su reinado, incierto y de una duración de tan solo 6 meses, comprendidos entre junio del 68 y enero del 69, no sólo no ayuda a evitar la disgregación en la que se encontraban las instituciones del Estado, sino que la empeora al extenderse un rumor según el cual era cierto que Nerón no había muerto y que estaba preparando un ejército para reconquistar el trono. Rumor que encontró, en efecto, justificación en un personaje auténtico que declarándose Nerón, combatió contra Roma pero fue derrotado.

Hecho este brevísimo resumen, leemos ahora el pasaje del Apocalipsis del cual Engels ha extraído la fecha en la cual fue escrito: “El ángel me transportó en espíritu en el desierto (es el autor que habla siguiendo siempre su visión). Allí vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata, cubierta de nombres blasfemos, con siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba cubierta de púrpura y de escarlata, adornada con oro y piedras preciosas y perlas, tenía en la mano una copa de oro, llena de los abominables y de las inmundicias de su prostitución (si se refiriese a nuestra época no se podría pensar más que al Vaticano). Sobre la frente había escrito un nombre misterioso: <<Babilonia la grande, la madre de las prostitutas de los abominables de la tierra>>. Al verla fui presa de un gran estupor. Pero el ángel me dijo: ¿por qué te maravillas? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, con siete cabezas y diez cuernos. La bestia que has visto, pero que no existe (afirmación dada por la certeza de su derrota) subirá desde el abismo pero para ir a la perdición. Y los habitantes de la tierra, se sorprenderán al ver a la bestia que no era y no es más, reaparecer. Las siete cabezas son los siete cuellos sobe los cuales está sentada la mujer son también los siete reyes. Los cinco primeros han caído (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón), queda todavía uno con vida (el actual Galba), el otro todavía no ha llegado, y cuando haya llegado, se quedará poco.

Cuando la bestia que era y no es más (continúa explicando el ángel), el rey que deberá venir aunque figura como octavo se queda de todas formas el séptimo , pero va a la perdición.

¿Por qué el sucesor de Galba podría aparecer como octavo si en realidad es el séptimo? Porque, Nerón, retomando el trono según cuanto se decía, podría aparecer como una doble figura representando a un emperador ya contado entre aquellos considerados pasados.

Que Nerón, ya considerado como una quinta bestia, sea el que representa también la séptima nos lo confirma el mismo autor del Apocalipsis en cuanto que, refiriéndose su presunto suicidio describe así:

<< Una e las siete cabezas pareció herida de muerte, pero su herida mortal fue curada>>. (Ap. 13- 3).

Una última confirmación nos llega del mismo autor en e pasaje en que declara que el número de la bestia es 666: << Aquí está la sabiduría. Quien tiene inteligencia calcula el número de la bestia: que representa un nombre de hombre. Y tal cifra es seiscientos sesenta y seis >> (Ap.13- 18).

La interpretación de este número, obtenida por Ferdinand Bernari, profesor berlinés cuyas lecciones fueron seguidas por Engels, corresponde, según la simbología numérica hebrea, exactamente a “Nerón Emperador” y aplicado a la lengua griega que fue aquella con la cual había sido escrito el Apocalipsis.

El cálculo llevado a cabo por Ferdinand Bernari, se ve confirmado en el mismo S. Ireneo, Padre de la Iglesia, que en el libro “Contra las Herejías” indica a Nerón con el número 616.

¿Por qué esta diferencia? Por el simple hecho que Ireneo, usando siempre la simbología hebrea, hizo el cálculo sobre el sobre el texto escrito en latín, donde el nombre de Nerón en griego se convertía en Nero. Eliminando la letra N, que corresponde a 50, la cuenta que se obtiene es: 666 – 50= 616.

¡Éstas son las pruebas que debe considerar la ley en este proceso, las pruebas de la razón, y no aquellas basadas en los sueños y las visiones!

Así que, si el Apocalipsis fue escrito mientras reinaba Galba, esto es entre el quinto emperador que había sido Nerón muerto suicidado y el séptimo emperador que era previsto en el mismo Nerón redivivo, y Galba ha reinado desde junio del 68 a enero del 69, ¿cómo se puede sostener que haya sido escrito en el 95 por un individuo absolutamente imaginario, como veremos a continuación, llamado Juan mientras se encontraba en el exilio en la isla de Patmos?

Una parte si, es verdad, fue escrita en el 95, esto es, los tres primeros capítulos y el último, pero desgraciadamente, mal para la Iglesia, ellos mismos se abastecerán de ulteriores pruebas de su gran engaño en cuanto remarcaremos como se abastecerán de pruebas para demostrar no sólo que el Mesías en aquella fecha no había llegado todavía sino también que el nombre de Jesús es una fraudulenta añadidura llevada a cabo no antes del II s. d. C.

(En el discurso de Eleazar encontramos la certeza de la victoria de los judíos contra los romanos).

La Iglesia, para justificar la fecha del 95, comenta así los hechos narrados en el Apocalipsis: << Siete reyes, estos son, los imperios de Augusto, Tiberio, Calígula, Nerón y Domiciano, que existía todavía en el tiempo de Juan. El poco tiempo es el tiempo de la persecución, El séptimo imperio es el dominio hostil al reino de Dios, identificado con la fiera >>. (Nota en la Pág. 7 del Ap. Ed. CEI).

Prácticamente, tratando de justificar el 95 como el año en el que fue escrito el Apocalipsis, ignorando a los emperadores Galba, Vespasiano y Tito, haciendo un vuelo de la cabeza de la bestia número 6, de 25 años, para colocarla sobre la espalda de Domiciano, emperador del 81 al 96 y la séptima, confundiendo el significado de emperador con aquel de imperio, la hacen pasar al “dominio contrario a Dios”, por ellos incoherentemente identificado con la fiera, esto es, con la “bestia escarlata” de las siete cabezas que, así, resultaría mutilada de una cabeza.

¿Por qué la Iglesia insiste en atribuir al Apocalipsis la fecha del 95? La respuesta es simple: si reconociese que fue escrita en el 68, toda la parte que se refiere a Jesús, esto es los cuatro capítulos añadidos en el 95, resultarían demasiado evidentemente una falsedad por el anacronismo que resultaría entre los conceptos expresados en el “Saludo a las siete Iglesias” en los capítulos 1- 2- 3, como lo que se refiere a los Nicolaidas, que no existían, no podían existir en el 68. Por lo tanto, no pudiendo retrotraer el Apocalipsis del 95 al 68, o han transferido del 68 al 95.

Pero, en el fondo, ¿qué habría cambiado en lo que se refiere a la existencia histórica de Jesucristo aunque el Apocalipsis hubiese sido escrito todo en el 95, desde el momento en que el mismo excluye, de la forma más categórica, cualquier referencia a su vida terrestre?

El Apocalipsis es una obra de guerra que repite de la forma más fiel el programa de exterminio de Roma y de los enemigos del Dios bíblico expuesto por los eseno- celotas en el rollo de guerra encontrado en Qumran en 1947. Este ignora de la manea más absoluta todo lo que ha sido atribuido a Cristo. Ignora a Pilatos, la crucifixión, los milagros, la resurrección, los apóstoles. Desconoce todos los otros libros sagrados que se refieren al cristianismo, como las cartas, los evangelios, los Hechos de los apóstoles. El Mesías del Apocalipsis es un jefe exterminador de enemigos que deberá instaurar un reino judaico que durará mil años. Lejos de cualquier forma simbólica que la Iglesia quiera atribuirle, habla de la forma más clara de la destrucción de Roma y sus aliados paganos.

¿Cómo se puede pretender que el Apocalipsis sostenga la existencia histórica de Jesús cuando en él viene solicitada su espera? (Ap. 22, 10).

Si luego, la espera debiese referirse, como podría contestar la Iglesia, a aquella de la fin del mundo en la que Jesús daría a “cada uno su propio sueldo”, desde el momento en que esta es presentada de forma inminente, entonces dos son las opciones, a contrastar con los miles de años de reinado precedentemente declarados: o el Apocalipsis no es un libro inspirado en Dios y por lo tanto, escrito por un embrollador cualquiera, o bien Dio, no prevé el futuro desde el momento en que desde el 95, data en la cual fue hecha la profecía, han pasado casi dos mil años y nada de lo declarado se ha cumplido.

Este es uno de esos infinitos casos en los que la Iglesia se hace un agujero y se encuentra obligada a abrir otro.

Si en este punto se me dijese, como ya se ha hecho, que el Apocalipsis demuestra la existencia de Jesús porque aparece su nombre siete veces (las han contado), yo respondo que si en lugar de siete, las veces hubiesen sido cincuenta o cien, nada podría cambiar en relación a las pruebas aportadas de la manera más seria controlable. Es más, el haber nombrado a Jesús en una obra que lo excluye, no puede ser más que una ulterior prueba de su inexistencia. La verdad no necesita falsificaciones para ser demostrada.

<< Si Jesús hubiese realmente existido, no habría habido la necesidad de falsificar la historia para probarlo >>. (Bossi, abogado. Ob. Cit. Pág. 36)

A parte, del hecho que el nombre “Jesús” viene referido siempre de forma evidentemente interpolada, que haya sido añadido solamente en época tardía en los Textos Sagrados precedentes a la mitad del II s. nos lega del hecho que lo encontramos escrito por vez primera en un documento extratestamentario al final del II siglo, y exactamente en el “Discurso Verídico (obra polémica contra el Cristianismo)” en el cual Celso acusa abiertamente a la Iglesia de haberse inventado este nombre: << Aquel al cual habéis dado el nombre de Jesús en realidad no era más que el jefe de una banda de bandidos cuyos milagros atribuidos no eran más que manifestaciones oradas según la magia y los rucos esotéricos. La verdad es que todas estas pretensiones hechas no son más que mitos que vosotros mismos habéis fabricado sin conseguir dar a vuestras mentiras un toque de credibilidad. Es notable en todo lo que habéis escrito es el resultado de continuos retoques llevados a cabo a continuación de las críticas que se os hacían >>. (Pasaje extracto del “Contra Celsum” que Orígenes escribió para refutar las acusaciones al cristianismo contenidas en el “Discurso Verídico”.)

En esta discusión entre Celso y Orígenes, lo que todavía interesa remarcar, además de la acusación promovida contra los cristianos de haberse inventado el nombre de Jesús, es el conocimiento de que quizás fuese en realidad una construcción hecha sobre el jefe de una banda de bandidos.

Estamos en la segunda mitad del segundo siglo, los cánones no han sido todavía establecidos, en la libertad d expresión todavía concedida podemos comprender la confusión que existía en el seno de la primera Iglesia privada como estaba de aquellas bases, teológicas e históricas, que le eran indispensables para construir el naciente cristianismo.

Es suficiente solamente algún ejemplo para comprender que el cristianismo, aquel cristianismo que ser ya constituido después de la muerte de Jesús en la comunidad de Jerusalén, en realidad en el II y III siglo era todavía una entidad que andaba a tientas a la búsqueda de sí misma en un mar de contradicciones e incoherencias.

• San Justino mártir (160) niega la existencia terrenal de Jesús sobre esta tierra diciendo que << si él ha nacido, y si ha nacido en algún lugar, permanece de todas formas completamente desconocido >>, y contradice a Celso, quien, sin embargo afirma la existencia pero bajo la forma de un “jefe bandido” (Diálogo con Trifone- Dide. “El final de las religiones”- Pág.171).

• San Clemente Alejandrino (160- 220) y Orígenes, muerto en el 24, niegan la encarnación y consecuentemente la figura histórica de Jesús. Esto resulta del análisis del Patriarca Focio, quien, hablando del libro “Discusiones” de S. Clemente, afirma que para San Clemente el Verbo (Logos) no se había encarnado nunca (Pág. 286, en Ganeval, cap. II y III), y que Orígenes en su obra titulada “Príncipes” cuando se refería al Salvador no lo llamaba ni Jesús, ni Cristo, sino “ Cresto ”, como él decía, según la fábula y por lo que se refería a su encarnación, él sostenía que el espíritu que lo había movido en su misión terrestre esencialmente era el mismo que había animado a Moisés y los otros profetas.

• Papia, Obispo de Hierápolis, Santo, considerado entre los llamados “padres Apostólicos”, autor de una exégesis sobre los dichos del señor, vivió en la plenitud del siglo II, no teniendo otras referencias para sostener la existencia de Jesús, cita los fragmentos de un evangelio eseno-egipcio (terapeuta).

• S. Ireneo, obispo de Lyon desde el 177, afirma que el Dios cristiano no es hombre ni mujer.

• S. Justino, escritor cristiano, autor de dos apologías del cristianismo, muerto en Roma en el 165, hablando de Cristo afirma que Cristo es una emanación de Dios que pasa como la proyección de los rayos del sol.

• < < Todas las sectas agnósticas existentes en el I, II y III como los Marcionitas, los Valentinianos, los Basilidianos y tantas otras niegan la encarnación de Jesús afirmando según cuanto a dicho S. Epifanio, que él es la reconstrucción de Horus, el hijo de la Trinidad egipcia, convertido después en Serapis.

A estas sectas, citadas por Ganeval, que negaban que el Verbo se hubiese hecho carne, va añadida y señalada especialmente la de los Docitas, negadores de la historicidad de Cristo, para refutar los que, según el Salvador (Jesucristo y su doctrina- Lib. II, cap. II), el cuarto evangelio añade a la Pasión el lanzazo que hace brotar agua y sangre del cuerpo de Cristo para probar su naturaleza humana. Determinante para la negación de la humanización de Jesús es el hecho de que los Docitas son contemporáneos de los apóstoles, al decir de S. Girolamo>> (Bossi. Pág. 40).

Prácticamente la figura histórica de Cristo que todos, incluidos los Santos y los exegetas cristianos rechazaban conocer, si ha sido reconocida tal no es defendida por una documentación provista de pruebas sino por una imposición dogmática sostenida por las torturas más atroces y la hoguera.

 

 

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© Luigi Cascioli